MIRAR LAS NUBES
Durante todo el año a Irene le encantaba mirar las nubes. Era su afición preferida. Muchas veces soñaba con que sus seres queridos iban volando montados encima de ellas. Incluso se daba cuenta que el día en que moría alguien muy especial, ellas se vestían de negro, tristes por el alma que había dejado la tierra. Le encantaba subir a la cima de la montaña e inventar figuras de aquellas formas abstractas, que podían ir cambiando, de un caballo , de repente, se transformaban en dos gatos que jugaban entre sí. Cuando iba caminando por la calle, se fijaba en el rumbo que tomaban, parecía que su corazón iba al unísono de la fuerza del viento que las transportaba. Su corazón se aceleraba cuando el viento del norte empujaba los velos blancos y formaba cirros, aquellos pequeños cristales de hielo que hacían que no se distinguieran unos de los otros, sino que un manto de tul la envolvía suavemente. Lo que más le llamaba la atención era la perspectiva en el horizonte de cúmulo...