CAPERUCITA ENCANTADA
Erase una vez o no una mujer que andaba por la vida perdida. Hacía mucho tiempo que había tirado piedras blancas por el camino para saber cuál era el camino de regreso; sin tener en cuenta que las piedras eran de tiza y que la lluvia, muy abundante por cierto en aquellos momentos del siglo, había difuminado por aquel camino lleno de arena gris con una cantidad abundante de restos de amianto. Llegó a un bosque frondoso donde los árboles no eran lo que en su día fueron. Los troncos ya no emanaban energía sino que eran madera inerte y ya no acogían su ser como siempre habían hecho. Pensó que su esencia estaba cambiando. Recordaba las innumerables veces que su alma intentaba salir de su cuerpo y que había como un imán transparente que no la dejaba escapar. Atravesó el puente de madera. Cada paso amenazaba con hacer crujir cada uno de sus travesaños y hacerla caer a un abismo que no sabía hacia donde la llevaría. Miró a su alrededor y no vió ningún pájaro. Era extraño...