ÉRASE UNA VEZ
Érase una
vez un niño que no era como otro cualquiera. Era de madera, porque así se
empeñó su padre. Era carpintero y lo que mejor se le daba era el arte de tallar
los troncos. Y ¿por qué no hacer un hijo que le diese compañía en sus noches
tristes?
Un hada
madrina le ayudó con una varita mágica a convertir su sueño en realidad. Y de
la noche a la mañana aquella figura fue tomando forma. Lo llamó Pinocho
haciendo alegoría al árbol del que se hizo. ¿Podría haber un nombre más feo en
este planeta? Fue lo primero que pensó el niño su primer día de escuela. Porque
eso sí, en su primer día de vida tuvo que comenzar el colegio. Todos los niños
se reirían de él.
No
comprendía de lo que iba la vida y ya tenía que estar encerrado en aquella clase
donde se enseñaban cosas tan aburridas como lenguaje, matemáticas y sociales.
Miraba por
la ventana y se preguntaba que habría más allá. La vida se aprende andando por
el mundo no encerrado en estas cuatro paredes.
Su padre le
daba tiernos consejos por la noche como el de ser bueno, obediente, cortés y humilde. Hacer caso siempre de las personas
mayores y acatar sin rechistar lo que le dijesen.
Su mejor
amigo no entraba en esos esquemas. Le gustaba la juerga, bañarse en el río,
revolcarse en el barro, jugar con los charcos. Y evidentemente, no ir a la
escuela.
Si no vas al
colegio te saldrán orejas y cola de burro le decía su padre. ¿Qué malo tiene
ser un burro? – se preguntaba- . Al fin y al cabo tampoco acababa de ser una
persona.
Fue al día
siguiente cuando se encontró con unos feriantes que mediante artimañas
consiguieron convencerlo para no volver nunca más con aquel tierno viejecito
que le había convertido en algo animado. Le llevaron a una feria dónde pudo
comprobar que era la diversión más explosiva. Oyó por primera vez sus carcajadas…
que poco a poco se fueron convirtiendo en rebuznos. Y, cierto. Su cuerpo fue
convirtiéndose lentamente en asno. Al principio se asustó, pero luego empezó a
trotar y esa sensación le gustó. Mucho más que la de ser un niño de madera
encerrado en cuatro paredes que le ahogaban. Ahora estaba vivo de verdad.
Más cuentos en
http://molidelcanyer.blogspot.com.es/2016/11/convocatoria-juevera-para-el-jueves-1.html
Más cuentos en
http://molidelcanyer.blogspot.com.es/2016/11/convocatoria-juevera-para-el-jueves-1.html
A veces son mejores las buenas historias que las intenciones didacticas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto. En la escuelas nos tendríamos que replantear muchos cuentos.
EliminarSaludos
Se aprende más en la vida andando y conociendo a gente que entre cuatro paredes .. Muy bien ese Pinocho
ResponderEliminarFeliz semana un saludo.
¡Qué interesante! Si el aprendizaje no va de la mano de la experiencia, la prueba y error, mucho no sirve, más para alguien que recién conoce el mundo.
ResponderEliminarMe encantó
¡Un abrazo!
Y así fue libre y feliz por siempre jamás. Me gusta tu versión de Pinocho, libre de Pepito Grillos.
ResponderEliminarUn saludo.
Me encanta! sobre todo el final, a ver los burros tendrían una vida más fácil si los hombre no los estuvieran incordiando, pero ahora con tantas maquinas que trabajan en el campo. ¿Quien no quisiera ser burro? Pinocho es uno de mis cuentos preferidos (en versión original la de Collodi) pero creo que la tuya me gusta mucho más. Besos.
ResponderEliminarMe encanta! sobre todo el final, a ver los burros tendrían una vida más fácil si los hombre no los estuvieran incordiando, pero ahora con tantas maquinas que trabajan en el campo. ¿Quien no quisiera ser burro? Pinocho es uno de mis cuentos preferidos (en versión original la de Collodi) pero creo que la tuya me gusta mucho más. Besos.
ResponderEliminarUn buen final para un cuento que a mí nunca me gustó demasiado y no sé por qué...Lo importante es sentirse feliz con uno mismo, y si Pinocho se sentía bien siendo un burro, ¿para qué quería mas?...
ResponderEliminarUn beso
Hola Maribel: Muy oriiginal tu versión de Pinocho. espero que esta que cuando eligó la opción de volverse burro, su padre
ResponderEliminarque que tanto le amaba, ya hubiera desaparecido.
gracias amiga por compartir.
Encantador relato. Me gusto esta version de pinocho. Ahora es libre, y a gusto con el mismo que es lo más importante.
ResponderEliminarSaludo
Aunque se trate de un burro, es preferible serlo de carne y hueso, que apenas figurita de madera. bien por él!
ResponderEliminar=)
Un abrazo
Muy bonito final, la vida y la libertad ante todo. Seguro que aprendería más andando por la naturaleza que entre cuatro paredes, sería menos burro siendo burro.
ResponderEliminarUn beso.
La vida es una gran maestra para el que quiere aprender, pero hay que tener suerte y ser suficientemente maduro para aprovechar sus lecciones.
ResponderEliminarEs una versión interesante.