EN PRISIÓN. CADA JUEVES UN RELATO.
Hoy es lunes. Para
algunos el peor día de la semana. Para mí hubiera sido uno más de mi
especial sesión continua en que se ha
convertido mi vida desde que estoy aquí. Pero hoy es diferente. Hoy es un día
oscuro, marrón, negro, o lleno de espirales que no paran de moverse dentro de
mi cabeza.
Me llamo Charo. Tengo
veintitres años. Cumplo condena en la cárcel de Wad-Ras de Barcelona por
tráfico de drogas. Realmente todo en mi
vida ha sido una puta mierda. Mi madre me abandonó cuando yo tenía tres años
porque se enrolló con un cholo que le tenía alergia a todo lo que pudiera
acarrear algo de responsabilidad. Al final acabó haciendo de prostituta para
pagar los innumerables vicios que tenía aquel trozo de carne con ojos que la
humillaba constantemente y que no podía dejar por la dependencia que le creaba
ser una mujer inútil, insegura y borracha. La odio con toda mi alma. Como sólo
se puede odiar a alguien a quién también has amado hasta la médula. El día que
me comunicaron que la encontraron en un sucio callejón con signos evidentes de
una violencia extrema , no pudo caer de mis ojos ni una sola lágrima de
compasión, sino un deseo inconsciente , realmente asqueroso, que había tenido
el final que se merecía. Nunca la perdonaré. Fue un ser odioso. En realidad no
llegó ni a ser un ser, sino que era un parásito incrustado en una sociedad
putrefacta, insolvente, insolidaria e incompatible absolutamente con la
felicidad.
Yo crecí sola con mi
abuela materna. Evidentemente no sé por quién fui concebida. Creo que mi madre
tampoco lo supo nunca. Fue la iniciadora sexual de todos los fulanos de mi
barrio. Siento una lástima extrema por mi abuela. Una mujer que no ha sabido hacer
otra cosa que trabajar como una mula para sacar a flote a ocho hijos cuando se
quedó viuda porque a mi abuelo le atropelló el tren. Ese paso a nivel maldito
que a pesar de los continuos accidentes por su mala ubicación sigue asesinando
año tras año a las personas que quizás van demasiado deprisa por la vida.
Un día , como otro
cualquiera, de esos en los que no haces nada, como otro cualquiera conocí al
Nisu, un chaval del barrio de Bifurca que molaba a todas las tías del barrio de
la Rivera. Pero yo fui la que me lo camelé y me dijo aquello de que mis acais
eran los más guais de todo el universo entero.
Yo me emperré de él como
una loba enferma. Pero llegó un punto que él solo me buscaba para joderme en
todos los sentidos. Evidentemente su reputación le impedía utilizar medios
anticonceptivos porque él era hombre de pelo con pelo, como él decía. Yo le seguía
el juego como buena mujer sumisa , que él me decía que debía ser. Mierda, si es
que hasta eso lo tuve que heredar.
Un día después de
sentirme fatal , de estar vomitando todo
el rato, me entero que estoy embarazada. Se lo dije al Nisu y él me contestó
que era una desgraciada. Que esas cosas solo les pasa a las miserias humanas.
Me hinché a llorar como la que más. Le dije que podíamos formar una familia y
él me contestó que lo único que podría formar conmigo seria un pollo como una
catedral.
Me dejó y pasé los seis
meses peores de mi penosa existencia.
Cuando mi barriga ya
empezaba a notarse; un día me crucé con él y me dijo que necesitaba pasar una
bolsa de canela fina a unos tíos de la otra punta de Barcelona que nos pagarían
unos buenos talegos por su venta. Que nos alquilaríamos una queli guapa para
que tuviéramos a nuestro hijo, que por cierto tendría que llamarse como él.
Yo como una puñetera
idiota que soy accedí a sus deseos ,pensando en esa vida tope de guay que él me
ofrecía. Que seríamos felices, que a lo mejor no comeríamos perdices, pero sí
nos endiñaríamos garimbas en jornadas de sábado embobados delante del
televisor.
Cómo era de esperar , la
policía recibió un chivatazo y me enchironaron por cuatro años y un día, con el agravante de llevar una cantidad
bastante elevada. En mi interrogatorio no incriminé a ese malnacido. Quizás
pensé que me merecía aquel castigo por ser tan estúpida e insignificante.
Ingresé en la prisión
muerta de miedo, pensando que en cualquier momento me pegarían una paliza. Y
tenía más miedo aún, por mi hijo.
Me metieron en el módulo
cinco. En un chabolo con una tía que estaba allí por robo con violencia a una
gasolinera. Aquellos tres meses fueron eternos para mí. Mi avanzado estado de
gestación hacía que no pudiera hacer prácticamente nada. Seguir una rutina de
esclavitud de mente. Porque , en realidad, la verdadera cárcel, está dentro de ella.
Llegó el día que dí a luz
a mi querido Antonio , que se llamó como mi abuelo. Y aunque mi juventud e
inexperiencia no me permitía entender lo que estaba pasando; la naturaleza hizo
todo lo que tenía que realizar.
Tuve a mi hijo y entonces
me llevaron a un nuevo módulo, a un estrenado chavolo donde compartía espacio
con otra madre que ya tenía a su hija que contaba entonces con dos añitos y
medio. Espe se llamaba. Compartíamos momentos de todo tipo . Hablábamos de
sueños, de nuestros churumbeles, del patio que estábamos decorando para ellos.
Todo esto hacía que nos olvidáramos de nuestro día a día. Vivíamos el presente
con intensidad.
Un día me la encontré
llorando y le pregunté qué le pasaba y me dijo que ya no podía seguir teniendo
a la niña con ella. Que cumpliría ya los tres años y tenía que dejarla para que
se la llevasen los servicios sociales, ya que no tenía familia. Que qué sería
de ella. Su vida no tenía ningún valor sin su hija. Y no veía perspectiva
ninguna de poder mantenerla una vez acabada la condena.
El día que se llevaron a
la niña no lo olvidaré nunca. El alarido de dolor más intenso que he escuchado
en mi vida se introdujo dentro de mi mente como la peor pesadilla. Oí
literalmente el desgarro de su corazón.
A partir de ese día Espe
ya no fue la misma persona. La mirada se le perdió, vete tú a saber dónde. Pero
yo, no la pude encontrar. Mierda. ¿por qué no busqué más?
Un día apareció colgada
de nuestro chabolo mientras fui a pasear a Antonio. Una cabuya fea y maltrecha,
que no sé quién le proporcionaría le
sirvió como billete para decirle adiós a la vida. Nunca he podido quitarme esa
imagen de mi mente.
Han pasado días , muchos
días de todo aquello. Con Espe no sólo enterré mis ilusiones, sino también mi
manera de verlo todo. ¿Por qué tiene que contagiarse siempre lo peor de los
seres humanos?
De repente, recibo una
carta con membrete de la Generalitat de Catalunya ,departamento de justicia. En
esa carta me advierte de la proximidad del término en el cual mi hijo puede estar conmigo. Leo y
releo esa carta. No la puedo comprender. Me bailan las letras. Me zumban los
oídos. Oigo a Espe gritarme. Me pongo a andar de un lado a otro. No puedo parar
de caminar de un lado a otro.
Se oyen unos pasos.
Aparece Cruz aquella mujer de la que siempre chismorreábamos como que no estaba
bien de la cabeza. Me mira con mirada burlesca. Y me enseña algo que llevaba en
las manos…
Más relatos en http://palabrasdesindel.blogspot.com.ar/2014/02/convocatoria-este-jueves-un-relato-en.html
¡¡¡Qué duro!!!Áhora mismo tengo el corazón en un puño.
ResponderEliminarEl relato intenso y pormenorizado de una vida rota desde el principio. Rodar cuesta abajo, prácticamente inocente menos de su ingenuidad. Existencia de muchas, demasiadas, y el sistema, impasible le da la última puñalada, la gente, ni enterarse o mirando para otro lado.
ResponderEliminarSucede tu relato cada día, me embarga una sensación de impotencia.
Besito.
Muy bueno tu relato y tu manera de narrar, espero que continúes la historia, merece la pena. Un besote
ResponderEliminarYo también espero que continue la historia, me he quedado en candeletas. Está muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo
Relato real, relato crudo, relato lacerante que despierta un sentimiento de impotencia. Relato de la tremenda influencia de cualquier ecosistema para los que pertenecen a él. Difícil escapar a la influencia del hábitat en nuestras conductas. Escasas oportunidades para salir de un destino que parece marcado desde sus inicios. Me han gustado algunas expresiones de lenguaje caló que has empleado, como acais.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Un abrazo.
Tu relato es toda una historia de vida. Una vida intensa en decepciones y dolor. Impacta, realmente, de principio a fin. Realmente te felicito, no solo por su contenido, contundente, áspero, sino porque atrapa y una no puede dejar de leerlo hasta esos tres puntos suspensivos, que auguran un desenlace inevitable.
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Terrible, terrible relato. Es claro que la justicia en esta sociedad casi nunca llega.
ResponderEliminar=(
El final es abierto. ¿Caerá Charo en la inercia de autodestrucción de su madre? O por el contrario, romperá el círculo vicioso en el cual se mantiens sumergida y vencerá las hostilidades....
ResponderEliminarMaribel
Pobre tu personaje, hasta antes de nacer ya estaba condena a una prisión de por vida.
ResponderEliminarUn abrazo :)
Dicen que la infancia marca tanto que somos incapaces de salir de ella sin heridas...Charo es el ejemplo de lo duro y difícil que es romper esa rueda, ojala consiga encontrar una ilusión y pueda renacer.
ResponderEliminarDura existencia la de esta protagonista, desgraciadamente una historia como muchas historias contadas desde dentro de esas prisiones. Tu forma de escribirla la ha hecho aún más real si cabe.Felicitaciones.
ResponderEliminarBesos.
Bueno, al final tampoco hay tanta diferencia entre Charo y su madre... muchas cosas en común y todas negativas. Personalidades perdidas antes de echar a andar. Debilidades. Dependencias. Y al final nada.
ResponderEliminarTexto crudo y bien plasmado. Rico en detalles y descripciones. Una historia desgraciadamente cotidiana de la que intuyes el final.
Besos.
PD. El enlace al Blog que convoca el tema, no es correcto, no tiene importancia pero es: http://thedailyplanetbloggers.blogspot.com.es/
Una historia muy dura pero que es real como la vida misma. Esta claro que la infancia marca el resto de tu vida. Me gusta como lo has contado.
ResponderEliminarUn beso